Emociones Remasterizadas




(O GUÍA PARA IR A CONCIERTOS DE TUS GRUPOS MÍTICOS Y NO SALIR RECORDANDO EL FLEQUILLO QUE AÚN LUCÍAS EN LOS 90)
     Os diré: estuve en el concierto de Lagartija Nick y me lo pasé pipa. Así fue. Y como yo, la gran mayoría de los que llenábamos la madrileña sala El Sol meneaba la cabeza y/o tarareaba (entendiendo o no el significado de sus letras) las canciones de Hipnosis, 20 años después de que fuera publicado.
     Todos parecíamos disfrutar, estar pasándolo en grande con su directo, y eso, creedme, es complicado de conseguir cuando tu  audiencia tiene una media de edad que ronda peligrosamente los 40. Pero esto no pretende ser la crónica de ese concierto. 



     Lagartija Nick es uno de esos grandes grupos que, incombustiblemente, siempre ha estado ahí. Otros, sin embargo, se separaron hace años y han vuelto a reunirse (fugazmente o con ánimo de continuismo) para regocijo de muchos de nosotros y, en algunos casos, también de sus bolsillos. Hablo de bandas como Surfin’ Bichos (1), Los Enemigos, Brighton 64 o El InquilinoComunista, por citar algunos ilustres ejemplos nacionales. Pero la nómina es mucho más extensa si pisamos territorio anglosajón, desde el gran karaoke de Pixies a otros viejos amigos que han vuelto para quedarse, como  Dinosaur Jr. o Blur (aquí no enumeraré la cantidad de bandas que me vienen a la mente, si alguien quiere un catálogo más o menos actualizado basta con ver el cartel de los últimos años de nuestro querido Primavera Sound para hacerse una idea).



     Pero, ojo, no penséis que era una crítica ese comentario acerca del bolsillo de los artistas que reinterpretan su obra tantos años después. Negociar con la nostalgia no es necesariamente algo negativo. Llamadme ingenuo, pero soy de los que creo que si el artista es sincero en lo que transmite, si la exposición de su arte es (con perdón) auténtica, el público lo capta y se muestra igual de sincero. Para que nos entendamos, que si el grupo aún le echa ganas, nosotros le devolvemos nuestro aliento. Porque el público no es pasivo, ni vamos todos con las mismas expectativas a esta clase de bolos, ni siquiera las intenciones serán iguales para cada uno de los asistentes, la clave está en el lugar donde se encuentre nuestra mente, si aquí o allí.



     Lo que quiero decir es que, para mí, el secreto para disfrutarlos no se encuentra en rememorar aquella época tal como fue, en volver a vivirla, sino que se trata de evocar  ese espíritu y traerlo al momento actual, con nuestra manera de sentir y de actuar a día de hoy. Supongo que tiene que ver con conectar con ese momento en el que las pasiones estaban mucho menos domesticadas (porque, decidme ¿alguno de vosotros ha vuelto a sentir el mismo pellizco por un grupo, por algún tipo de música, que cuando erais unos  jovenzuelos acneicos? pues yo no). Asistir a un concierto de estos  es como volver a besar a tu novia de la adolescencia (permitidme el lenguaje masculino, pero es que ese día en El Sol más del 80% éramos tíos), ninguno de los dos sois ya la misma persona y, aunque se intentara, las sensaciones no serían las mismas (si alguien prueba, por favor, que nos comente públicamente el resultado).     




     Y yo, como ya os he dicho, me lo pasé pipa en el concierto de Lagartija Nick en el que sonaban en directo canciones de un disco que compré hace casi 20 años. Entonces ¿es que cualquier tiempo pasado fue mejor? Bueno, puede que sí, pero también es posible que no. Lo que ocurre, creo, es que contemplamos ese pasado a través del espejo deformante que es la memoria. Nos agarramos a los momentos buenos que hemos vivido, hay algo por  ahí dentro que suele quedarse con lo mejor que nos ha pasado e intenta desechar el resto. Pero no, aquí no vamos a analizar qué es ese algo: ni esto es un ensayo de psicología sobre la nostalgia ni yo sería la persona indicada para escribirlo.

     El caso es que los amantes de la música en muchos casos nos convertimos en coleccionistas: de discos, reediciones (2), remasterizaciones, caras B, contenidos extras; y en los conciertos lo que buscamos es coleccionar emociones. Sí, tal vez se puede decir que se trata de un nuevo prensaje de eso que se nos mueve por dentro. Lo que pido desde aquí es que, bien sea por nostalgia, por arte, por negocio o por disfrute, por favor, que se sigan celebrando conciertos como este por muchos años.
Que así sea.
(1)   Dejadme que os recomiende el documental Buzos Haciendo Surf, sobre la reunión y preparación para la gira de  Surfin’ Bichos.
(2)   Quien no tuviera Hipnosis, de Lagartija Nick, en sus estanterías, ya puede estar rezando dos avemarías como penitencia e ir corriendo a por su reciente reedición a la tienda más cercana.    

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